Es usted el visitante número...

Hasta qué punto uno puede encontrar la paz...

La paz, la paz no es más que una manifestación muy profunda de la nostalgia, la paz, en el fondo, es una nostalgia, mi viejo y querido... (La amigdalitis de Tarzán, Bryce Echenique)

jueves, 10 de enero de 2008

No olvidaría aquella noche en tu sala sentado a tu lado, acariciándote con palabras distantes, como sopladas por un viento absorto y lejano. Tú a mi lado, deslizando tu rostro por mi hombro, y yo tan absorto como el viento lejano que ponía en mi boca palabras de aquél tiempo, donde tú y yo éramos el bálsamo perfecto para sanar nuestras cicatrices de verano, de otoño,… Y no te molesté, como no lo hice durante unos largos nueve meses, no te molesté aquella noche, tú cerrabas los ojos, sonreías y me hablabas de ese chico tan lindo que todas las tardes cruzaba el parque del frente de tu casa, arriesgando el pellejo, porque sí, a esa hora salen unas viejas de miércoles con unos pitbulls, no señorita, no hacen nada, perro que ladra no muerde, pero imagínese señora si se le desboca, que no, hijita, eso no va a suceder, así que tu flaquito puede cruzar todas las veces que quiera el parque, y yo acá sentada con el corazón en la boca, aunque claro, sí llega todas las tardes, y conversamos horas de horas, imagínate, una tarde se terminó prolongando hasta cerca de las once de la noche, y es tan lindo él, tan dulce, ay ya ves como me pone el amor, y todas las noches se despide tan alegre, pero esta noche sabe Dios qué pudo haberle pasado, porque ni siquiera me ha llamado, ¿habrá tenido algún problema, o será otro engaña muchachos como tantos? Y sigue y sigue tú con la cantaleta de ese chico tan lindo, hasta que en un momento me miraste, y yo te miré, y juntos sucumbimos al inexorable ataque de la nostalgia, al raudo golpe con efecto ultractivo del tiempo pasado, que en un abrir y cerrar de ojos termina trayendo a colación y hasta actualizando momentos que aparentemente estaban bastante bien enterrados en los más recónditos lugares de nuestras memorias, pero que realmente están tan a flote en nuestro universo personal, que el más mínimo toque a la puerta de los recuerdos acaba por forjar entre nosotros un universo de palabras y miradas… Toco a tu puerta y me abres cálidamente, rozo tus brazos y te enredo luego con los míos, y tú te sientes tan indefensa, tan timorata como en tu adolescencia pudibunda de tiempos remotos, toco tu puerta, rozo mis labios en tus mejillas, y luego en tus labios y siento en ese instante que ya no sólo te quiero como cuando éramos uno, sino que te adoro sin dejar de ser yo, el mismo yo absorto y lejano como el viento de mi inspiración…

No hay comentarios: