Es usted el visitante número...

Hasta qué punto uno puede encontrar la paz...

La paz, la paz no es más que una manifestación muy profunda de la nostalgia, la paz, en el fondo, es una nostalgia, mi viejo y querido... (La amigdalitis de Tarzán, Bryce Echenique)

viernes, 19 de diciembre de 2008

Conversaciones en soledad

Es lunes, ella se ha levantado temprano y ha abierto aquel cuaderno suyo que ha transformado en agenda. Tiene clase aún a las diez de la mañana. Sin embargo, se ha dirigido ya a tomar desayuno, mientras platica con aquella chica que la atiende y que tanto la quiere. Recién son las ocho de la mañana, y ella está instalada ya en su escritorio, revisando las separatas de ese curso que tanto trabajo le cuesta en este, su primer ciclo de Derecho, sí, Derecho, porque llegaré a ser presidenta del país, y qué, yo quiero demostrarles a todos que la política no es mala, lo malo es lo que la gente hace cuando llega a vivir en ella…
Ella está ahora camino a la universidad, y ¡oh sorpresa!, se ha equivocado de línea de transporte. Baja, extraviada, frente a un parque. Inmediatamente toma un taxi y sube en el asiento posterior, justo detrás de la posición del conductor, y comenta con éste la crisis de la basura en la ciudad y lo inclemente del clima, porque mire usted, apenas si estamos empezando abril, señor, y ya tenemos una neblina espesa. El conductor la mira por el retrovisor, sonriéndole. Ella se siente intimidada, pero aun así le regala una sonrisa, y, con ella, una dosis de paz y buenas intenciones, y gracias, señor, buenos días.
Está ahora llegando a su aula y ve a sus compañeros del código sentados en el pasillo. La clase de filosofía no es tan divertida que digamos, y el profesor, menos aún. Son diez y cuarto y no llega el bendito profesor. Momento oportuno para observar el panel de la Facultad de humanidades ubicado en la pared lateral externa de su aula. Lee un afiche, publicidad del taller de coro de la universidad, y verifica los horarios en que se realizan los ensayos; se dice a sí misma por qué no averiguar un poco más sobre él, y ¡por qué no!, pertenecer a él. ¡Qué suerte! El profesor sólo llega a indicar que no podrá dictar clase hoy día y les encarga un trabajo para la próxima sesión.
La espesa neblina de la mañana se disipa y da paso a un sol que empieza ya a quemar un poco. Ella camina por el pasillo, se saca la chompa roja que llevaba puesta y se suelta el cabello. Un mañoso que viene detrás de ella le lanza un ¡estás buena, flaca!, con una voz rasposa, aguardientosa. Cholo igualado, se dice ella, y continúa su marcha, sin darse por enterada de la presencia de aquél.
Está ahora en el cafetín, ha pedido una porción de torta de chocolate y se ha sentado con algunas compañeras de su promoción, estudiantes de Administración ellas, que entre sí comentan, con una algarabía mezclada con intenciones y sentimientos lascivos, las aventuras animadas de ayer y hoy que han protagonizado durante el último fin de semana en la discoteca más popular de los estudiantes de esta casa de estudios. Ella sonríe, pero en el fondo se siente incómoda. Decide retirarse de aquella plática.
Ahora se dirige a la biblioteca. Busca un asiento con una mesa individual para relajarse un momento, mientras lee un fragmento de La tía Julia y el escribidor, de su siempre querido Vargas Llosa. Se entretiene tanto en la lectura que, cuando coteja la hora en su celular, se da cuenta de que han pasado ya más de dos horas desde que empezó su relax. Sale a toda prisa de la biblioteca, con el corazón en la boca, literalmente hablando. ¡Ay, mi celular!, se da cuenta que no lo tiene y se regresa apurada a buscarlo, criticándose su asombrosa distracción. Lo encuentra y le vuelve el alma al cuerpo. No podía extraviársele justo hoy, pues debía recibir el mensaje de su mejor amiga confirmándole la fecha y la hora para un próximo encuentro.
Cerca de la una de la tarde llega a su casa, esta vez habiendo tomado correctamente las líneas de transporte. Se da cuenta de eso y se sonríe a sí misma, mientras abre la puerta de su casa. Se sienta a la mesa y almuerza, misteriosamente con cierta falta de apetito, mientras su hermano bromea con ella. Ha subido a su habitación, ahora, a buscar sus fotos de infancia. Baja a la sala, se recuesta en el mueble amplio y las observa, mientras escucha aquella estación de radio, cuyos programas del ayer, tanto adora…
Es otra cosa la universidad, ¿verdad?… Abre los ojos, ya no eres una niña, aquella niña consentida de los profesores y, claro, acéptalo, también de tu familia. Todo eso ya acabó. Ahora estás en otro level como diría tu hermano, que ahora por dónde andará, tremendo vago, tan vago que algún día puede terminarse confundiendo con algún vago, de esos abundantes en estos tiempos y largarse ya… No…, no…, no…, eso no... Tú, hermanito, nunca te irás…Mejor descansa, tonta. Estás delirando, eso es. Contemos ovejitas o vaquitas, o mejor, a ver contemos cuántos libros he leído ya…
Ahora ha aparecido frente a ella su papá, intempestivamente… Aichh, qué pesado, ¿cuándo entró?... Hija, necesito conversar contigo… Pero ella se ha dirigido raudamente a su habitación y se ha encerrado en ella. Ha abierto un libro, dentro de él coloca un verso que había escrito hace buen tiempo ya, cierra el libro y lo coloca en una caja debajo de su cómoda. Se tumba en su cama y toma una siesta.

* * *

Haciendo por olvidarte me ganaste tú en el intento… Se despierta y recuerda haber soñado esa frase… ¿Qué podrá significar? Bueno, mejor la olvidamos. No es tan temprano que digamos, y hoy sábado tengo que ir a la universidad para sacar algunos libros de la biblioteca, y también, claro, tengo trabajos que hacer en la tarde…Ella baja a desayunar con su madre, quien la nota extraña. Le pregunta si le sucede algo. Y ella, tan emocionalmente fuerte a veces, como esta mañana, le responde de mal modo. Sale luego a la universidad, y en el camino empieza a sentirse mal, muy triste, recuerda cómo, a veces, sus actitudes terminan dañando a los demás.
Está ahora, otra vez, en biblioteca, buscando algunos libros para su investigación sobre la existencia de Dios. Se encuentra con aquel amigo suyo que tanto quiere, le saluda muy alegremente, como si nada hubiera pasado en la mañana, y por supuesto, tampoco ha pasado nada la noche anterior. Sin embargo, ella presiente que él no le cree. Juntos se dirigen a la cafetería, y ante su impotencia por no poder fingir que todo marchaba bien, empieza a llorar. No logra esconder su mal estado de ánimo, de frustraciones y de culpabilidades acumuladas. Profesionalmente, cuando ella terminó de contarle una más de las estaciones de su vía crucis, él logra animarla. Ella se siente mejor y entonces decide quedarse a avanzar algo más de las lecturas en biblioteca.
Pero presiente que el pasado sigue persiguiéndola, y que quiere mezclarse con el presente, que, al parecer, empieza a mostrar alguna ventana pequeña, sí, pero que puede servirle para desfogar todo ese cable de alta tensión que anuda fuertemente su burbuja. Oculta esta sensación, como siempre, con su eterna sonrisa. En biblioteca encuentra un buen motivo para recuperar su normal estado de alegría y de paz. Se siente con muchas ganas de dedicarle algo a su madre esta noche, vísperas del día de la madre, tal vez cantarle una canción a su mamá en su día podría servir para menguar su culpabilidad ante la ofensa, ¿ofensa?, que profirió a su mamá esa mañana…

Culpabilidades y más culpabilidades y sólo más culpabilidades. Sólo eso podía auscultar ella en su interior en las últimas semanas, y se notaba, sí, claro que se notaba, por más que trataba de mostrar a los demás que la vida cotidiana la trataba muy bien y que le resultaba muy llevadera, bastante cómoda.
Ahora regresa a su casa. Recuerda que en la tarde debe acudir a su parroquia para cumplir, religiosamente, su compromiso como catequista. No puede fallar en esa tarea. Ella es bastante trascendental en sus acciones, en el sentido más estricto. Así que no bien termina de almorzar, ya con más apetito y mejores ánimos que en la mañana, entra a su habitación, toma el libro donde tiene los temas que debe impartir, los revisa tangencialmente, no por ello con poco interés, al contrario; se recuesta en su cama, apaga su celular y decide tomar una siesta.
¿Logra descansar?... No puede. Esta vez no son remordimientos del pasado los que tocan la puerta de su memoria, sino acciones muy frescas que pudieron haber ocurrido, pero que no ocurrieron, y que ahora sólo aparecen en su mente bajo la fórmula… ¿y si hubiera dicho o si hubiera hecho esto? Omisiones, para ella, dolosas, aunque para los demás, culposas. Ella revolotea en su cama, tratando de alivianar su desesperada situación. Toma aquel rosario que le obsequió el sacerdote que se convirtió en su mejor amigo hace ya más de dos años y se encomienda a su Madre. Su hipersensibilidad, que algunas veces termina proyectándose como clarividencia, no logra confortarla, al contrario, la deja en obnubilados pensamientos…
Es casi la hora de partir, así que, aun cuando está siendo asaltada por recuerdos, se levanta del laberinto de su cama y se dispone a ir a la parroquia. Llega y, claro, cómo no sonreír. Lo hace, con la frescura de siempre, aunque hay por ahí algunos que dicen a ésta nunca le pasa nada, a ésta nunca nada la afecta, siempre está sonriendo, desgraciada... Entra a su salón, con un enterizo bastante curioso, con el cabello recogido, dejando manifiesta toda esa ternura y esa inocencia que, aunque le cueste aceptarlo, aún inundan su interior, y dicta con paciencia, con mucha displicencia, como siempre, su lección a los niños. Éstos la miran atentamente, y atienden a cada una de sus palabras, y se nota que ante cada una de ellas su imaginación vuela tan alto como si estuvieran escuchando a una princesa de cuentos que ante ellos ha aparecido como por arte de prestidigitador. Ella lo presiente, claro que sí. Ahora, les ha dado receso y ha ido con ellos a retozar en el jardín posterior, les ha contado un cuento luego, y a ese chiquito tan dormilón que ya casi estaba tambaleándose, le ha regalado un besito en la frente y lo lleva en sus brazos ahora. ¡Quien la viera así a ella! Pero es éste su mundo, su tranquilidad, su paz, prácticamente su todo, si no fuera porque… Bueno, no es oportuno pensar en eso, claro que no… Uhmmm, a ver, a ver, cuál era la cita de esta lectura, tiene que ser entendible para ellos, cuál era, cuál era…
Llega a su casa, son casi las siete de la noche, no, no, las ocho ya, Dios santo, tic tac, tic tac, qué rápido pasa todo, y lo peor de todo pasa más rápido aún. No hay nadie más en casa. Sube a su habitación, se mira en el espejo, busca reconocerse ahora, después de que todo pasó tan rápido, y después de que se ha encontrado en la tarde con los habitantes de su verdadero mundo. Recuerda que tiene un cigarrillo guardado desde la primera fiesta a la que acudió, piensa prenderlo, piensa disipar todo lo que ofusca su mente sola, sin más compañía que el humo de ese cigarrillo consumiéndose. Piensa fumar frente al espejo, como quien interroga a éste los vaivenes de la vida, las inescrupulosas situaciones que suceden por actuar con muchos escrúpulos, sí, yo tengo la culpa, sólo yo... Se decide a prender el cigarrillo, y mientras lo fuma se imagina estar acompañada en esa soledad, y, a la vez, mantenerse encadenada a esa soledad… Pero yo no fui tan cobarde, no, no lo fui, en ningún momento lo fui, yo puse lo mejor que tenía…
El cigarrillo se ha consumido ya. No hay más humo que difumine su presencia frente al espejo. Ella está ahí, de pie, no se ha inmutado por fuera. Ahora se siente como en la cornisa de una montaña, dispuesta a lanzarse al barranco sin miedo a perder todo en el intento. Recuerda que muchas veces se ha dicho que la vida no es más que un sueño, y no puede desechar de sí esa idea. Y entonces se encuentra consigo misma, tan segura, tan capaz de hallar dentro de sí todo un mundo, ¿Pero qué mundo? ¿Un mundo lleno de inseguridades, o acaso un mundo lleno de plena capacidad para ser feliz, para hacerla feliz? Ahora ella está en su mueble, escuchando aquella entrañable música de antaño, pensando regresar al mundo con su eterna sonrisa de ensoñación…
* * *

Lunes siguiente. Se despierta de su siesta, observa la hora. Son casi las tres y media de la tarde. Apenas cuenta con poco más de media hora para llegar a tiempo a su clase. Se apresura para lograrlo, pues a todo costo debe estar presente en esa sesión, no por nada se ha quedado la noche anterior leyendo hasta muy tarde el tema que debe defender a capa y espada, y sólo razones objetivas. ¡Vaya cómo es! En esto sí que se aparta totalmente de lo trascendental y de lo filosófico…
Y ahí está en su aula fustigando a la profesora que reduce su postura a meros argumentos gaseosos, ay, profesora, por favor, toque tierra, ¡aterrice ya! Su artillería se reduce a simples enunciaciones de normas nacionales e internacionales, muy positivamente logra detraer lo que la profesora había sustentado esa tarde. Termina su disertación.
Ahora abre aquel cuaderno suyo que ha adaptado como agenda, y quiera que no, también como un amigo íntimo. Escribe frases que sólo a ella se le pueden ocurrir y cuenta historias que sólo en su vida pueden suceder. Escribe y no puede evitar sostener una mirada lánguida y perdida en el horizonte. Menos mal nadie se da cuenta. ¿Te imaginas si sólo alguien, si sólo alguna persona descubre cómo eres?, ¿cómo te sentirías? Conociéndote, tú misma, mejor que nadie, podrías decir que eso sucederá en la próxima alineación planetaria, pero tú estás pensando ahora en cambiar, bueno, no en cambiar tú, sino en cambiar tu rumbo, o te atreverás a mostrarte como verdaderamente eres, pero sólo ante alguien...


- Ah, entonces no te conozco como realmente eres... Si no te muestras verdadera nunca ante los demás. Uy, creo que me ensarté, y nos ensartamos todos contigo, jajaja...
- He dicho que sólo a algunos, sólo a alguien, me muestro como realmente soy…
- Ah caray, eso es otra cosa… Déjame masticarlo… Me dejaste descuadrado, en serio…
- Es obvio, ya sabes por qué, jajaja…

Pero él no entiende, al menos no como yo quiero, maldición, ¿será que? No, no lo creo. Eso sería tanto como querer ver el cielo despatarrado en un sofá bajo la luna y bajo el sol al mismo tiempo… y eso… ¡eso sería una maravilla!...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una historia..bastante interesante!....(&)